Miedo

jueves, 10 de febrero de 2011

Tu cabeza da vueltas y luchas por mantenerte de pie.
En el estómago se forma un nudo que, irremediablemente, sube hasta la garganta, a la espera, ansioso por salir en forma de grito, de llanto, de risa, de cualquier forma, en realidad. No lo permites, porque cualquier movimiento hace caer tus barreras.
La más mínima alteración del estado en el que te encuentras puede ser el detonante, la llave que libere el torrente de emociones, la manifestación más pura y macabra del miedo que sientes.
No puedes permitirtelo.
Sacas fuerzas de donde puedes.
Sacas fuerzas que no sabías que tenías y empujas ese miedo de vuelta al estómago. Tu cerebro bloquea esas palabras, las que han encendido la chispa de tu pánico. Las esconde detrás de todo, muy atrás, donde puedas mantenerlas controladas, al menos hasta que puedas esconderte tú.
Miedo...el mundo se queda en silencio y tu necesitas que haya ruído. Un ruído que te distraiga, un sonido que te calme, una voz que te diga que todo va a salir bien...pero no hay nada.

Solo silencio.

Silencio y un horrible, paralizante y devastador miedo.

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