La mala educación

martes, 16 de diciembre de 2014

Hoy he hablado con un buen amigo y, en medio de una conversación, me ha dicho algo que me ha parecido importante, algo que todos deberíamos tener muy claro.

"La mejor política que puede hacer alguien es expresar sus ideas con sinceridad y proponer soluciones a los problemas que ve. Lo demás son adornos y palabrería."

Centrada en la idea de que es la sentencia más veraz y simple que he tenido el placer de escuchar alguna vez en una conversación sobre política, me he visto en la necesidad de dedicar unos minutos a exponer mis ideas aquí.

Aún a riesgo de pecar de soberbia, me dispongo a exponeros cuál es, desde mi humilde opinión, el problema más vasto, enraizado y ponzoñoso de este país: la mala educación.
Llevamos años viendo como se cambian leyes en todos los campos posibles, se aumentan las sanciones de tráfico, se aumentan las penas para casi todos los delitos, se prohíben cosas que hacía años que no eran un problema, y llevamos esos mismos años viendo como aumenta la pobreza, como siguen siendo cada año más numerosos los casos de violencia doméstica, como sigue muriendo gente en la carretera por el alcohol, las drogas o cualquier distracción absurda y otras mil noticias que se dignan a darnos, con escenas no poco faltas de tacto, cada día, en la hora de la cena o de la comida.
Intentan asustarnos, porque no se le puede llamar de otra manera, con imágenes sádicas y desagradables sobre guerras, anuncios que provocan escalofríos sobre los efectos de las drogas o el alcohol e incluso con programas en los que se entrevista y se cuenta lo que a cada uno más le conviene.
Sorprendentemente (nótese el sarcasmo), el bombardeo de imágenes y noticias no provoca la reacción deseada en la población. Y es que lo que parece que no notan, o no quieren notar, es que el problema no está en la población como grupo, sino en cada persona como individuo. Las imágenes que valen para unos, a otros no les sirven para nada. Si algo me ha enseñado mi profesión es que cada uno de nosotros es un mundo, y no por ser un tópico utilizado en exceso deja de ser una verdad como un templo.
Cualquiera de vosotros puede pensar que lo que aquí escribo es muy fácil, que expongo el problema y cada uno que se las apañe para solucionarlo. Pues no, nunca he sido de poner obstáculos sin enseñar a superarlos, así que aquí va mi solución: educar, en toda la amplitud de su significado, a todo aquel que sea susceptible de aprender.
Está claro que de esta situación no vamos a salir en el 2015, pero aún tenemos tiempo de dejar un legado que merezca la pena. Educar a nuestros hijos, sobrinos, primos, a los niños que mañana serán el futuro, como debe ser educacada una sociedad próspera. Educar en que la libertad de uno acaba donde empieza la del que tenemos al lado, en que el respeto y la empatía son manifestaciones de fortaleza (que no de debilidad), en que regalar una sonrisa es mucho más satisfactorio y fácil que pegar un grito, que "por favor", "gracias" y "lo siento" hacen de cualquier persona alguien respetable.
Esta educación, que muchos padres dejan en manos de maestros y profesionales de la enseñanza, no es algo que deba ser llevada a cabo solo cinco horas al día. Ser padre es un trabajo de 24 horas, 7 días a la semana y durante los años que haga falta (o que se pueda). Los primeros educadores y los más importantes son los padres y, aunque muchos crean lo contrario o tengan difusos los conceptos, LOS MAESTROS NO ESTÁN PARA EDUCAR, ESTÁN PARA ENSEÑAR. La diferencia, aunque puede parecer sutil, es abismal. La personalidad de un niño la da, en gran parte, su educación, no su formación.
Así que, a todos aquellos que se quejan de la sociedad actual, a todos aquellos que critican a los políticos, primero recuerden actuar con cada persona con la que se cruzan cada día como les gustaría que se comportaran con nosotros, porque si no somos dignos de dar ejemplo, nuestras críticas pierden credibilidad. Y nuestras críticas actuales son demasiado valiosas como para que no se les dé importancia por ser nosotros los más susceptibles de ser juzgados.

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